Regalada por el propio artista a la actual propiedad, es la primera vez que sale a la venta. Durante los últimos 70 años esta obra ha dado mucho que hablar a la prensa: desde la propia fecha de creación en una glamurosa puesta de largo, en 1951, hasta los años 70 con una historia digna de novela policíaca de Hercules Poirot. 


EL TELÓN DE FONDO


Para hablar de este lote tenemos que remontarnos a esa España que sacaba la cabeza tímidamente de la crisis creada por la posguerra y autarquía impuesta por el régimen. En ese contexto, y paradójicamente, los grandes apellidos de la nobleza y del dinero celebraban fiestas de alto copete, con invitados histriónicos y peculiares que no sólo aportaban rango social: coloreaban y animaban esa Barcelona gris de los años 50. 


En 1951, y tal y como recogía la crónica social del momento, los señores de Puig, ofrecían en los jardines de la recién inaugurada clínica Roig-Soler, la puesta de largo de su única hija. Los duques de Santangelo, los marqueses de Castellvell, los del Mérito o los barones de Ovilvar figuraban entre los amigos de la familia. Pero había un grupo de asistentes que eran, como os decíamos, los que daban el salseo, la farándula y el ruido. Pastora Imperio sería una de las artistas destacadas, ofreciendo un cuadro flamenco. Pero el tinte que rompió con tanto corsé y pajarita bien atada fue Salvador Dalí.  Tal  y como diría Manuel Vázquez Montalbán pensando en el genio y su contexto, “Dalí era la compensación a tanta apacible mediocridad”.


Previo a este evento, el figuerenc regaló a la homenajeada una acuarela de 73x57cm con “la Reina de las Mariposas” como protagonista, con una dedicatoria. Gustó tanto a la familia que el decorador encargado de organizar la fiesta, Manuel Muntañola, pidió a Isidoro Bea que lo reprodujera en una tela que medía más de 4 metros de alto y 8 de ancho. Esta sería instalada en el jardín como mural. 

¿Qué tiene de rocambolesco esta historia? Al terminar la fiesta y según el testimonio de los propietarios, la mastodóntica reproducción desapareció, siendo un robo que resonó muchísimo en la alta sociedad de la época.

Un poco por discreción, un poco por evitar el escándalo en un momento en que este tipo de robos quedaban opacados por las amistades con el régimen, la historia quedó cerrada a cal y canto hasta el año 1974-75. En ese lapso temporal, todo volvió a explotar, cuando en 1974 Hugh Johnston, norteamericano, adquirió para un hotel de su propiedad la reproducción de Bea a un misterioso marchante. Aún a día de hoy, se desconoce su nombre y apellido (intrigando a los propietarios). El caso rebotó al astuto periodista de Interviú Vicente Gracia. Este, inició una exhaustiva investigación, contactando con las personas claves para desgranar lo sucedido. Gracias a él, el archivador oficial y autorizado de Dalí, Albert Field, pudo detectar la falsedad de la obra, y la original (y menor en tamaño) fue localizada aún en manos de sus legítimos propietarios. Para cerrar el círculo, este magazine,  entrevistaría a M. Puig, la homenajeada en 1951, para cerciorarse de la autenticidad de esta.


LA OBRA Y SU ICONOGRAFÍA 


Uno de los factores que nos llaman más la atención en esta obra del genio catalán, son los elementos representados, con una fantasía que parece inusual en el artista. Pero lo cierto es que, si hacemos un poco de retrospectiva en su carrera, sólo un año antes introdujo la mariposa como epicentro simbólico y representativo. Todo nace con la propuesta de cartelería de los primeros Congresos de la Seda celebrados en España. Dalí entonces remitió al origen natural de este material, con el gusano, la mariposa y el capullo de hilo enrollado. Hasta el año 57 creó las distintas gráficas principales para este sector textil, desarrollando progresivamente un nuevo imaginario que podemos ver plasmado en la obra que propone la casa de subastas barcelonesa Subarna.


Este lote, fechado en 1951, forma parte del germen de esta nueva tendencia, y la relación con la fiesta es más que predecible:  la puesta de largo de cualquier señorita de bien de la Barcelona de los cincuenta era el momento para sentirse una princesa. Balenciaga o Pertegaz dejaban volar siempre la imaginación para crear vestidos ahuecados, con volantes y un movimiento que nada tenían que envidiar con los mismos de la reina María Antonieta. Dalí, que era de contentar casi obsesivamente a toda la “upper Diagonal”, y supo entender que debía representar, aunque metafóricamente, a la srta. en cuestión. Con cetro y diadema de mariposas (e incluso la forma del vestido) vemos como una joven reina impone belleza y razón, creando sombras debajo un radiante Sol y frente una especie de monolito.