La Reina Isabel II nos ha acostumbrado durante 70 años a ver relucir el joyero real en innumerables ocasiones. Al ser muy extenso, cada una de las visitas de estado o recepciones se han visto acompañadas de variadas piezas, repitiendo muy poco a lo largo de los años. Aun así su joyero tuvo grandes particiones durante el siglo XX debido a dos motivos: por un lado a que los abuelos y padres de Isabel II legaron entre los Kent y Gloucester un gran monto de joyas; en segundo lugar, por que la propia monarca repartió entre su hija y 4 nueras (incluimos aquí a Diana) parte del joyero. Aún así hay una gran cantidad de piezas que se sabe que permanecen en cajas fuertes. Este tipo de alhajas son las que expondremos hoy, las que acumulan más polvo en el desván. Evitaremos además el legado Greville, ya que fue un tema tratado ya en este blog. Si quieres leerlo puedes hacerlo clicando aquí.

¡Empecemos!

  1. La tiara Strathmore

Empezamos, no solo por una de las piezas menos lucidas (¡desde los años 20 del siglo pasado), también por una de las tiaras más ligadas a la familia materna de Isabel II. Esta joya le fue regalada a la reina Madre al convertirse en Duquesa de York por el matrimonio con el entonces principe Alberto del Reino Unido. En ese momento sus padres, los condes de Strathmore, tuvieron que aportar una dote digna al nuevo rango que adoptaba su hija. El lote de joyas incluía como epicentro esta delicada y elegante tiara transformable. Creada muy probablemente en las últimas décadas del siglo XIX, contiene una buena cantidad de diamantes en talla antigua, y tal y como indicábamos, cada una de las flores se puede convertir en broche. Una de las dudas que nos genera desde el departamento de comunicación y el de joyería, es si tenía el efecto tembladera. Era algo muy típico en dicho momento y más cuando los elementos principales eran flores. 

La última vez que salió de las bóvedas de palacio fue en 2007 para una exposción titulada "los diamantes de la reina" en el Victoria and Albert museum. ¿Creéis que la volveremos a ver lucida en el peinado de la actual reina Camila o la recién titulada Princesa de Gales? ¡a nosotros nos encantaría!

 

  1. Los pendientes "Bahrain"

Con esta alhaja iniciamos el recorrido que haremos por los regalos ofrecidos por jeques árabes. A lo largo de los años, los monarcas de dicha región han querido cumplimentar a sus homólogos europeos por dos motivos: afianzar y blanquear las relaciones políticas con democracias mucho más justas que sus propios gobiernos y contentar a dinastías que les duplican en cientos de años. 

En 1947 la entonces princesa de Gales Isabel se comprometía con el poco conocido príncipe de Grecia Felipe, más tarde re-apellidado Mountbatten. Muchos familiares y reyes cumplimentaron a la pareja, entre ellos el jeque del mínusculo Bahrain. Para dicha ocasión no fueron protagonistas grandes gemas como diamantes, zafiros, esmeraldas o rubíes (lo más común en obsequios árabes por cierto). En este caso el regalo fue un elegante lote de siete perlas de un valor incalculable: su tamaño era relativamente pequeño, pero sobretodo, la similitud entre ellas las hacía perfectas. Desde este humilde blog creemos que fueron regaladas, por su extraño número, para realizar o un collar o una tiara. La forma ayuda a crear una composición armoniosa y gradual. Pero los planes de Isabel II fueron otros: pidió a su joyero personal una pareja de pendientes de inspiración Art Decó. Los diamantes provinieron de la colección personal de los Windsor y se tallaron en cortes brillante y bagette. Aunque no son lucidos en muchas ocasiones, los han disfrutado Isabel II, Diana de Gales, Sofía de Wessex o la anterior duquesa de Cambridge. 

 

  1. El collar ofrecido por el rey Faisal de Arabia Saudita

¿Seguimos en Medio Oriente? ¡Venga!

Arabia Saudita fue otro reino que quiso caer en gracia desde el primer momento a Isabel II. Tanto es así que en una pomposa visita de estado en 1967 al Reino Unido, Faisal I seleccionó de su colección de compras una de sus piezas más caras. Se trataba de un vistoso collar realizado en diamantes tallados en corte bagette y brillante. El peso total de la pieza vinculó de bien seguro estas dos dinastías...pero hay más anécdotas que contar: fue realizado, como se supo más tarde, por el célebre joyero Harry Winston, poniéndole a dicho regalo la guinda con nombres y apellidos.

Durante los primeros 20 años de edad de este regalo la reina lo lució combinándolo principalmente con la tiara Vladimir o la Girls of Great Britain and Ireland. También pudimos verlo en esos eventos de etiqueta sin diadema, ya que es de diseño moderno, sin poderlo encasillar en ningún estilo concreto. A partir de los años 80' fue una pieza original para prestar: la recién casada Diana de Gales lo lució en innumerables ocasiones. Después del divorcio volvió al joyero real y raramente lo hemos visto salir de nuevo. ¿Quién sabe con el nuevo reinado de Carlos III?

 

  1. Los brazaletes de la Reina María

Y volvemos con las piezas más históricas de los Windsor. En este caso saltamos al género de la pulsera con esta magnífica alhaja con dos gemelas. Además de nuevo, estas piezas hace años que no salen del joyero, ya que han sido suplantadas por otras más importantes e históricas. Pero empecemos por su historia. Su nombre se debe a su primera propietaria: se trata de un regalo que regaló el Gobierno de la India en ese momento, en 1893, en ocasión del matrimonio de María de Teck con el rey-emperador Jorge V del Reino Unido (el lote por eso, era más extenso con otras joyas). Destaca sobretodo su rigidez (considerándose una esclava y no una pulsera rivière), y ofreciéndole un aspecto muy bling bling. En cuanto a la gemología destacan diamantes talla brillante de tamaño considerable puestos en línea.

Siguiendo el hilo histórico, estas dos pulseras fueron uno de los muchos regalos que la Reina María regaló a su nieta, la entonces princesa Isabel, con motivo de su boda con Felipe Mountbatten. En los primeros años como princesa las usó en estrenos operísticos, fiestas y recepciones, pero con la temprana llegada de la corona, esta doble joya quedó relegada. ¡Más motivos para disfrutarla de nuevo!

 

  1. El conjunto de perlas Qataríes

Nos adentramos en uno de esos conjuntos que a nuestra manera de ver, es de los menos elegantes del joyero real (alguno se atrevería a tacharlo de hortera). De nuevo nos trasladamos a Medio Oriente, y volvemos a hablar de regalos para generar vínculos entre dinastías. En 1979 el emir de ese país regalaba el ostentoso collar junto con un par de pendientes de similar estilo. La pieza central, son 6 vueltas de perlas naturales, entrelazadas en parejas de dos con puentes de brillantes y oro. Creemos que la receptora de dicho obsequio tuvo similar opinion a los redactores de este artículo, ya que desde ese año solo ha sido lucida en una visita de los jefes de estado de Qatar; la conclusión es que solo se viste por cortesía y no por gusto. La prueba la encontramos en la hemeroteca, observando a la pequeña Isabel II casi "invadida" por esta pieza demasiado excesiva. Camila siempre ha sido muy partidaria de estos collares llamados "babero", ¿creéis que será el caso de este?. Con Kate tenemos nuestras dudas...


  1. Los broches de espiga de la Reina Adelaida

Nos enfrentamos en este punto con una de las joyas más antiguas del joyero real: es de época pre-victoriana, concretamente de los reyes anteriores. Guillermo IV quiso ofrecer un conjunto de broches-pasadores a su esposa, la reina Adelaida, al estilo imperante del momento, el imperio. Fueron creados por su joyero personal con piedras heredadas de su madre, la reina Carlota. Estas gemas generarían un gran conflicto cuando uno de sus hermanos fue creado rey de Hannover. Este último quiso en ese momento reclamar la parte de su herencia, y así enriquecer el tesoro de su nuevo reino: los broches fueron parcialmente desmontados, para volver a ser remontados a su estado original por la Reina Victoria. Esta útlima se enamoró de la pieza y la llevó en innumerables ocasiones. De ese momento el conjunto fue pasado de generación en generación hasta llegar a Isabel II, la cual los lució con cierta gracia como pasadores de pelo en sus ya clásicos peinados ahuecados. ¿Alguien imagina este tipo de joyas en el siglo XXI? lo cierto es que hace más de 10 años que no salen de la caja fuerte...¿será Kate quién los recupere?

 


7. La tiara de loto

Si hay algo típico en la familia real británica, es la de transformar viejas piezas en otras de estilo más moderno. Parece lógico, las modas cambian y las joyas pueden evolucionar. Pero este fue un caso a parte: cuando Bertie se prometió con Elisabeth Bowes-Lyon hizo realizar por la joyería Garrard un gran lote de alhajas para su futura esposa. Entre ellas se encontraba un maravilloso collar de diamantes y perlas, claramente en voga del momento: de estilo art decó presentaba festones, grecas y una forma simétrica. No sabemos muy bién que pasó, pero sí podemos pre-suponerlo: jamás fue lucido, ni en fotos ni retratos al óleo, y solo 6 meses después del regalo, fue desmantelado por la propia joyería a propuesta de la nueva duquesa de York. Entonces, creemos que no le gustó para nada. El resultado fue la creación de una de las tiaras más originales de toda la colección de los Windsor.

Esta tiara seguía también el estilo Art Decó, pero con una de las influencias más exóticas: la asiáticas. Flores de loto y arcos de diamantes y perlas coronan esta pieza. A partir de ese momento fue una de las más usadas por la entonces duquesa y luego reina, hasta que pasó a manos de la princesa Margarita. Esta fue una de las tiaras regaladas por la reina madre, junto con la Poltimore. De esta forma la Condesa de Snowdon la luciría en eventos de gran relevancia como visitas de estado o giras por la Commonwealth. Su nuera, la vizcondesa de Linley, la lució el día de su boda, presuponiendo todos los expertos, que entonces sería propiedad de esa línea de los Windsor. Fue en la muerte de la última condesa de Snwodon que saltaron las alarmas: en la famosa subasta realizada por sus hijos, solo había la tiarla Poltimore. No fue hasta 13 años más tarde, que con Kate Middleton, reapareció en una visita de estado del Presidente de China. Todos los astros cuadran en que o Margarita la legó de nuevo a la corona, o que la propia Isabel II la compró a los hijos de esta. Al fin y al cabo, la vinculación maternal era muy grande, y estamos seguros que la reina no quiso verla en ninguna vitrina de Christie's. Se entiende también que será más la actual princesa de Gales la que la luzca, ya que fue quién la recuperó.

 

  1. El demi-parure Kent

¿Sabías que en el siglo XVIII y XIX las amatistas eran consideradas gemas relacionadas con la muerte y temas funerarios? En el caso del conjunto que os presentamos en este punto, encontramos una cierta relación (aunque con un final feliz). En 1817 moría en pleno parto la princesa de Gales Carlota, única hija de Jorge IV. Con ese triste acontecimiento, todos los hermanos de este rey se pusieron manos a la obra para generar un heredero. El duque de Kent fue el afortunado casándose con una princesa de Sajonia, y no sabemos si por un motivo redentorio mortuorio, le regaló, como agradecimiento de salvar la dinastía, estas gemas. Celebración o no, este demi-parure es de los más antiguos del joyero, y se compone por broches, pendientes y collar. Las amatistas tienen un color muy correcto en cuanto a calidad, y un peso que por lo que vemos, descomunal. Jamás fue lucido por las siguientes reinas, y no fue hasta una visita de estado a Portugal por parte de Isabel II que lo vimos fotografiado en su plenitud. Lo que si que es verdad es que habitualmente la reina solo luce uno de los broches (es uno de sus favoritos). ¿Cómo es posible que un conjunto tan espectacular no salga más de palacio? 

 

  1. La Delhi Durbar tiara 

Esta tiara sí que la hemos podido ver recientemente (bueno, en 2005…) pero aún así queremos ponerla en relieve. Su nombre se remonta claramente a la celebración india “Durbar”, recién creada en 1911 para la coronación de los emperadores Jorge y Maria de la India. Habitualmente este tipo de eventos eran cubiertos por el Virrey en representación de la metrópoli, pero a principios de siglo era importante tener un gesto con la colonia más importante de todo el Imperio Británico. Así pues se tuvo que crear una diadema acorde a tan importante ocasión, y como siempre transformando viejas piezas. Para ello, la reina María desmontó la tiara Boucheron y pidió a Garrard crear algo espectacular (recordad que rivalizar con las joyas de los Maharajás era muy muy complicado). El resultado fue una elegantísima tiara alta llena de bucles y festones realizada en diamantes talla brillante y lagrima. Dicha pieza iba coronada por elementos transformables que podían ser cumplimentados o por esmeraldas cabuchón en lágrima (utilizadas por María también para la tiara Vladimir) o con algunos de los diamantes más grandes que contiene la bóveda de los Windsor. La importante alhaja fue lucida el día de la coronación y luego en más eventos. A posteriori, y a partir de 1946, la Reina Madre cedió la pieza a su cuñada la Reina consorte Isabel. Esta última también la usó en ocasiones importantes, y la legó en herencia a Isabel II. Por la hemeroteca, vemos que a la ya fallecida Reina, nunca le gustó esta diadema, tal vez por la altura y falta de volumen. En 2005 la entonces Duquesa de Cornualles nos sorprendió estrenándola después de estar algunos años guardada, y desde ese momento no la hemos visto más. Lo que sí está claro es que la luce con gran elegancia, tal vez por su peinado voluminoso…¿volveremos a verla ahora  que ya es reina?

  1. El broche “fringe” de la reina Victoria

Y terminamos nuestro artículo con una de esas piezas que ya por su título nos hacen contener la respiración. El termino “fringe” siempre es preludio de una pieza contundente y de buena calidad. 

En el terreno de los broches nos ha sido difícil encontrar alguno raro o que no haya salido del joyero. No deja de ser una de esas piezas “todoterreno” en términos de moda. Se puede lucir en abrigos, chales formales, o en el vestido reglamentario de corte (en el caso de la reina, siempre de blanco). Por ese motivo la gran mayoría de broches están más que localizados. Pero si hay uno que impresiona es el que abordamos ahora. Creado en 1856 por Garrard, esta alhaja no se escapa del anecdotario más jugoso: en ese año Victoria recibió un broche que según su propio diario “era demasiado grande”. Por ese motivo, y siguiendo sus párrafos privados, lo hizo readaptar para que luciera más discreto (si es que algo así puede ser discreto). Dicha pieza fue una de sus favoritas hasta que el príncipe Alberto murió. A partir de ese instante el luto se impuso y cualquier cosa demasiado brillante era rechazada. Las siguientes reinas lo siguieron usando, siendo la reina Maria una de sus más acerrimas forofas. Desde que lo heredó de su predecesora, la reina Alexandra, lo lució en retratos oficiales y recepciones. Las dos Isabel(es) siguientes también tuvieron una gran predilección por esta pieza histórica. La primera lo lució sobretodo en los años de la post-guerra.

A partir de Isabel II su uso fue decreciendo poco a poco, quedando reservado para las ocasiones más relevantes o las que tuvieran una relación directa con su creación. Así fue el caso de la visita de estado de Turquía al Reino Unido en 2011, cuando una orgullosa reina lo lució delante de un gobierno posterior a los Sultanes Otomanos. Creemos desde este blog que esta pieza seguirá reservada a momentos solemnes, como aperturas del parlamento o cenas de estado, debido a su tamaño y peso histórico. Por lo tanto, solo para las reinas.