Muchas veces acudís a Subarna Subastas buscando esa lámpara que dé luz a vuestro espacio favorito o a un nuevo piso. Si algo nos encanta recomendaros son aquellas luces que fueron realizadas a lo largo del siglo XX, ya que aportan personalidad y un carácter único a cualquier estancia. Hoy, para que vislumbréis un poco nuestro gusto personal, compartimos 5 ejemplares de 5 décadas que creemos que son un “must”.

 

1. PH de Poul Henningsen (1920-30)

Esta lámpara nace de una paradoja: cuando fue diseñada por Henningsen en 1924, su región en Dinamarca apenas tenía electricidad. A su llegada, Poul quiso mantener un elemento muy agradable de la luz de queroseno, su calidez y tono hogareño. En ese momento muchas de las bombillas iban mal protegidas, y molestaban a la vista y hacían reflejos innecesarios. Por ese motivo el diseño del danés contiene una serie de pestañas y pantallas contrapuestas entre sí, de tal forma que la luz nunca incidía directamente.

Dicha pieza fue presentada en la exposición de artes decorativas de París de 1924 y solo dos años más tarde salió a la venta. Con variantes de sobremesa, y otras con alternancia de colores para cambiar su balance de blancos en la luz, triunfó tanto en oficinas como en hogares, siendo los países nórdicos y Alemania sus principales consumidores.

 

2. Anglepoise de George Carwardine (1930-40)

En este caso debemos pensar en un vehículo. Sí, sí, concretamente en la suspensión que amortigua sus ruedas. En 1932 George Carwardine trabajaba en una manufactura automovilística cerca de Bath, y desarrollaba estructuras de amortiguadores realizados con muelles de alta tensión. Al ver que sus prototipos no acababan de encajar en coches, pensó que sería bueno encontrar otras aplicaciones, y fue así que como diseñador, encontró en las lámparas el aliado perfecto: dentistas, cirujanos, dibujantes o arquitectos necesitaban una luz que fuera flexible y móvil que se adaptara a su trabajo, pero no existía aun el sistema idóneo. 

El éxito rápidamente sucumbió en el pequeño taller de Carwardine, incluso hogares requerían su presencia; por ese motivo la alianza con la compañía Terry Spring fue clave, ya que hizo saltar al mundo este gran modelo de lámpara. Con un pequeño bache de producción en la Segunda Guerra Mundial, ha llegado a nuestros días como una de las piezas lumínicas más vendidas de toda la historia.

 

3. AJ de Arne Jacobsen (1950-60)

Con esta lámpara hacemos un pequeño salto de lo que es no solo es funcional a algo que también busca ser armónico y bonito. Os hablamos de la lámpara AJ del mítico arquitecto Arne Jacobsen: esta pieza fue realizada para el Royal Hotel de Copenhague, también creado por Jacobsen considerada una de las obras “total”, debido a que todo fue diseñado por él mismo. Debía ocupar el lobby y dormitorios de tan prestigioso lugar y conferir elegancia a la par que una luz hogareña y cálida. Por ese motivo sus tulipas tenían una forma cónica y con el interior blanco, con tal de concentrar la intensidad lumínica, junto con un pie que no solo le daba una alta estabilidad si no un gran gusto por el balance estético. 

Años más tardes, y cuando este hotel perdió prestigio y prácticamente se desvalijó, las lámparas resurgieron como un modelo hogareño, y se comercializaron mundialmente con gran éxito.

 

4. Lámpara DISA de J.A. Coderch (1960-70)

Esta lámpara es de las que pueden recordarnos a la naturaleza y a las referencias culturales cosmopolitas del arquitecto más español de los años 60 y 70. Pragmático hasta más no poder, Coderch empieza a interesarse por el diseño de las lámparas debido a la propia arquitectura: en muchos de sus proyectos la luz natural era un verdadero reto, debido a la planta o a las limitaciones urbanísticas. Por esa razón planteó diseñar una lámpara de techo que imitara esa luz solar tamizada que las viviendas mediterráneas tienen, y a su misma vez, la reproducción nocturna del fuego, de una chimenea chispeante (elemento muy vinculado a la vida del arquitecto). 

Cuando terminó el diseño y perfeccionó los prototipos al máximo Juan Antonio Coderch se impuso un reto lleno de riesgo: recibir la crítica de algunos de los mejores artistas españoles repartidos por la Península y por todo el mundo. Es así como hizo envió los primeros modelos a artistas como Picasso, el cual afirmaba que era la lámpara moderna más bella conocida hasta el momento: quedó tan satisfecho que le envió un pequeño dibujo firmado. 

 

5. Lámpara Tahiti de Ettore Sottsass (1980-90)

Saltamos a los 80 de golpe para mostrar una de esas lámparas que triunfaron en el denominado movimiento Memphis Milano. El mismo año en que fundó esta corriente, 1981, fue el que Ettore Sttsass dió nacimiento a una pieza que llegó a nuestros días: Tahití. El nombre y su morfología son rápidamente relacionales: recuerda a las típicas aves que anidan en el archipiélago, con sus bonitos y llamativos plumajes, y formas casi prehistóricas intactas. En esta obra, vemos desde Subarna la unión de pragmatismo y capricho estético, que el propio artista describiría como: "la reconciliación entre la producción industrial con el arte y la poesía".