Las galerías son las estancias que más epitomizan el palacio barroco, su lujo y esa sensación de infinitud forman una seductora combinación a ojos de los visitantes. La variación de formas, colores, estilos y usos, traza un complicado mapa por toda Europa; y no menos complicada fue su génesis y evolución desde el fin de la Edad Media hasta el tardobarroco del siglo XVIII. Asimismo, si las grandes galerías francesas parecen el ejemplo a seguir indiscutible, un análisis detallado revela que el modelo de Francia fue seguido de forma irregular, mutando, adaptándose a las realidades de cada país y mezclándose con otros referentes europeos. 

Artículo escrito por Enric-Eduard Giménez (@enric_eduard_gimenez)

Origen: la necesidad de comunicar espacios

Las monumentales estancias que hoy tenemos en mente tienen su origen en algo tan profano como los corredores: esos estrechos y austeros nodos de comunicación de los castillos medievales, herederos de los caminos de ronda que permitían comunicar un edificio con otro sin necesidad de cruzar el patio embarrado. Estos corredores porticados, estaban hechos por lo general de madera, con un tejadillo pero sin cerrar con ventanas. Permitían comunicar los aposentos señoriales con otros espacios e incluso pasear bajo la sombra alrededor de un jardín, a modo del clásico peristilo romano y sus derivados árabes.

Con el tiempo, dichos corredores-galerías se volvieron más elaborados y más cómodos, como los que el rey de Francia tenía en su residencia privada en Paris, el Hôtel de Saint-Pol, a mediados del siglo XIV. No obstante, hasta la fecha, es en el castillo de Plessis-Bourré, edificado a partir de 1461, donde se conserva la galería más antigua de Francia. Es un espacio de arquitectura y decoración muy sobrias, cuya principal función era comunicar los aposentos del señor con la capilla.


La galería del castillo de Plessis-Bourre, los muebles fueron añadidos posteriormente (my-loire-valley.com)

Pasados los estragos de la Guerra de los Cien Años, a finales del siglo XV el castillo real de Blois se dotó una galería mucho más solemne que permitía comunicar los aposentos regios con el jardín y sus pabellones de recreo. A mediados del mismo siglo, Francisco I en Fontainebleau edificó la célebre Galerie François Ier (1530), cuyo lujo y elaborado aparato artístico suponía un paso más en la monumentalización de los espacios. Serlio escribió extensamente sobre dicha galería, destacando que su principal función era comunicar con la capilla, como espacio de paseo, y para exponer obras de arte (prefigurando la noción de “galería de arte”). También señaló que, pese a ser un gran hito francés, era obra de artistas italianos.

Un lujo privado

Sin embargo, pese al lujo, la galería de Fontainebleau estaba lejos de ser un espacio de fiesta, recepciones y otros divertimentos como los podamos concebir hoy en día. Era esencialmente un espacio de comunicación (de nuevo la noción de “pasillo”) entre la cámara del rey y la tribuna real de la capilla. Francisco I, guardaba personalmente la llave de la galería, y solo la abría a visitantes ilustres y la enseñaba personalmente. Tal uso privativo, no era óbice para que en ocasiones muy concretas el espacio se abriera a grandes celebraciones. Misma situación en la Galerie d’Apollon en el Louvre, la primera galería barroca de Francia, de nuevo inserida en los aposentos del rey, que el visitante debía cruzar para acceder a ella y luego al largo corredor (la Grande Galerie) que conectaba con las Tullerías. Las grandes galerías francesas, por lo tanto, no eran espacios de recepción, sino nodos de comunicación privados suntuosamente decorados que, no obstante, excepcionalmente se podían abrir y destinar a grandes celebraciones si así lo deseaba el dueño del palacio.


La llamada Galerie François Ier de Fontainebleau, en origen mucho más luminosa al contar con ventanas a ambos lados. (Fotógrafo: Josep Solé Llagostera @jepsolell)

Un lugar donde celebrar

Con la célebre Grande Galerie de Versalles (lo de la Galería de los Espejos es un invento moderno) la historia y función de dichas piezas llegó al paroxismo. De nuevo es un espacio situado después de los aposentos del rey, a priori un espacio que debería ser privado ya que los comunicaba con los de la reina. No obstante, el lujo de la galería era tal y la propaganda política tan fuerte, que evidentemente no podía limitarse a ser un espacio restringido y abierto ocasionalmente. Por todo ello, los aposentos del rey se convertían en inútiles, al menos en cuando a privacidad se refiere, pues todo el mundo debía cruzarlos para acceder a la galería. No deja de ser sintomático que apenas inaugurada la galería en 1684, Luis XIV se reinstalara en otros aposentos más íntimos.


La "Grande Galerie" en el Castillo de Versailles (Fotógrafo: Josep Solé Llagostera @jepsolell)

Tras una larga y prolífica historia, aquí solo esbozada, las galerías en Francia tendrían su canto del cisne en las construidas en el Hôtel de Toulouse y en el castillo de Chantilly. Sus exquisitas y detallistas boiseries rococó parecían adolecer una cierta contradicción con la monumentalidad laudatoria del espacio. En efecto, el rococó estaba pensado para espacios íntimos donde poder sociabilizar cómodamente.

La expansión europea de la galería ¿francesa?

El eco de las galerías francesas se sintió en toda Europa, aunque debemos interrogarnos hasta qué punto el continente abrazó las modas francesas.

La aparición de las galerías en Inglaterra fue contemporánea a Francia, aunque, ya en el siglo XIII (o sea un siglo antes que Francia), en los laberínticos palacios de los Plantagenet como el de Westminster había galerías-corredor cerrados con ventanas y calefactadas. La primera galería moderna en su uso y función habría sido terminada hacia 1506 por Enrique VII en el, también laberíntico, palacio de Richmond. Se trataba de dos galerías superpuestas, construidas en vistoso ladrillo y madera, con grandes ventanales que permitían contemplar los jardines y el Támesis, y que sirvió para las festividades de la boda del príncipe Arturo y Catalina de Aragón en 1501. Era, por lo tanto, mucho más que un espacio de comunicación, pues servía también al recreo y disfrute. El monarca inglés se habría inspirado en las galerías que había visto en los castillos del Loira durante su exilio en Francia.

Galerías de este tipo siguieron proliferando en los palacios Tudor y de grandes personalidades del reino, creando una variedad prácticamente infinita de galerías-corredor, galerías incorporadas al edificio principal, galerías alrededor del patio a modo de claustro, galerías aéreas o en los pisos superiores, galerías encima de loggias, etc. Su éxito en Inglaterra no debe extrañarnos, su acceso era mucho más abierto que las galerías francesas y servía como espacio para pasear durante los (frecuentes) días de lluvia. También su decoración con paneles de madera oscura, análoga a otras estancias del edificio estaba conectada a la pálida y plomiza luz invernal frecuente en esos lares; las galerías con decoraciones pintadas tan frecuentes en el continente fueron escasas en Inglaterra. Asimismo, al contrario que en Francia, en las galerías inglesas las grandes chimeneas profusamente decoradas cobraban gran protagonismo.


Las galerías de Haddon Hall (izquierda, circa 1550-1600) (Wikipedia-Michael Beckwith) y Hardwick Hall (derecha, 1590-97)  (Wikipedia-Tony Hisgett)

En Hampton Court, la desaparecida galería del Enrique VIII estaba decorada con escasos muebles, pero muchos cortinajes, tapices, cuadros, mapas e instrumentos musicales que denotaban un uso más recreativo que como lugar de exposición de obras de arte. Decenios después, también en Hampton Court terminaba la prolífica historia de las galerías inglesas, las galerías concebidas en la gran expansión barroca de Guillermo III y María II eran, pese a los notables tapices que las decoraban, funcional y artísticamente residuales.

En Italia, por influencia de Serlio, se adoptó la moda francesa de la galería, como demuestran ilustres ejemplares romanos como la pequeña galería del Palazzo Spada (circa 1560) versión mini de la de Fontainebleau o la suntuosa Galleria Colonna (terminada en 1700) que tomó Versalles como modelo. Sin embargo, el país siguió más apegado a la tradicional loggia, lugar donde ya en la Roma medieval se exponían antigüedades y desde donde se contemplaba al paisaje. Anexa al studiolo del dueño de la casa, la loggia servía de lugar de deleite y tertulia con los visitantes más ilustres.

Resulta notorio que en el Palazzo Pitti nunca se concibiera una galería o que la célebre galleria del Palazzo Farnese sea tan corta y recuerde más a la loggia abierta al jardín de la vecina Farnesina. Asimismo la espectacular y desaparecida Galleria di Alessandro VII (1655-1656) ideada por Cortona en el Quirinal, con sus grandes trampantojos parecía evocar de nuevo a las tradicionales loggias. Por último, la inmensa Galleria Grande (1720s) de la Venaria Reale de Turín presenta una arquitectura blanca claramente italiana y ecos de los grandes pórticos basilicales.


La Galleria Grande de la Venaria Reale, tan desmesurada como el palacio que nunca se llegó a terminar (Wikipedia-Fabio Poggi)

También en el mundo germano el seguimiento de las modas francesas fue desigual. No hubo jamás una galería en el Hofburg de Viena y cuando el rey Federico I de Prusia renovó lujosamente el castillo de Berlín, la galerie que concibió estaba más inspirada en la del Palacio Real de Estocolmo y la del Palazzo Colonna que en la de Versalles; mientras que la de Charlottenburg, con sus enmaderamientos oscuros, bebía claramente de modelos ingleses. Por otro lado, las exquisitas galerías rocalla bávaras creadas en las primeras décadas del XVIII, aunque de aspecto muy francés tenían funciones radicalmente distintas. La de Schleissheim servía para exponer la colección de pintura (como la del Palazzo Colonna), y una de las de la Residenz de Munich, para exhibir los cuadros de los antepasados. Todas ellas, además, se situaban entre las primeras estancias de los aposentos electorales, consecuencia de las diferencias de ceremonial entre los reyes franceses y los príncipes alemanes.

Quizás un interesante paralelismo versallesco sí que se pueda establecer con la galería de Schönbrunn, aunque se trate de uno de los ejemplos más tardíos de Europa, pues se terminó en 1762.


Las galerías del desaparecido castillo de Berlín (arriba, circa 1710) y de Schleissheim (abajo, circa 1720) (Wikipedia-Dguendel)

En España, la aparición de galerías nos retrotrae al siglo XVI, en especial bajo el reinado de Felipe II. El monarca poseía varias galerías en los distintos reales sitios (en especial en Aranjuez, El Escorial, El Pardo y el Alcázar de Madrid). Con sus paredes recubiertas de azulejos y cuadros y decoradas con antigüedades, se trataba de espacios cuya cierta sobriedad decorativa parecía acercarlas más a las galerías inglesas que al lujo francés. Ya con Felipe IV, las galerías se adornaron con lujosos estucos dorados y frescos, aunque de nuevo el modelo no era francés, sino italiano. Una de estas galerías españolas sería la que Velázquez inmortalizaría en Las Meninas, aunque fiel a su estilo el pintor escogió la sobria Galería del Príncipe del Real Alcázar.

Curiosamente, el panorama apenas cambió con la llegada de los Borbones al trono español. La galería ideada para La Granja, y decorada por italianos, jamás se llegó a terminar, pues Felipe V vivía ya enclaustrado y más de noche que de día. Por otro lado, las de El Pardo y Aranjuez se tabicaron para crear cómodos aposentos para los infantes e infantas. Cuando Juvarra vino a Madrid en 1736 para diseñar un nuevo palacio tras el incendio del Real Alcázar, en su primer proyecto ideó una larguísima galería más parecida a la de la Venaria Reale de Turín (creada por él mismo) que a la de Versalles. Sin embargo, cuando el Palacio Real fue finalmente construido por Sacchetti, esta larga galería había sido substituida por un “mero” Salón del Trono.

Las galerías francesas estaban pasadas de moda, ahora Europa parece que se fijaba en otro invento galo: el boudoir, aunque de nuevo los ecos y orígenes sobrepasaban el modelo francés.

Bibliografía básica

COOPE, Rosalys (1986). “The 'Long Gallery': Its Origins, Development, Use and Decoration” en Architectural History, vol. 29.

GUILLAUME, Jean (1992). “La galerie dans le château français : place et fonction” en Revue de l'Art, núm. 102.

MARTÍNEZ LEIVA, Gloria (2004). “El Salón o Galería de Paisajes del Palacio Real de Aranjuez bajo el reinado de Felipe IV” en Revista Reales Sitios, núm. 159.

SANCHO, José Luis (2018). El Salón del Trono del Palacio Real de Madrid. Colección Palatina.

TOMASSETTI, Giovanni (2009). “La galleria, la sala e i nuovi spazi dedicati all’esposizione” en Origine ed evoluzione delle strutture museali, L'architettura del museo a Roma (tesis doctoral). Sapienza Università di Roma.

Artículo escrito por Enric-Eduard Giménez, historiador del arte.


Estudió historia del Arte en la Universidad Autónoma de Barcelona y un máster en gestión de museos y patrimonio en la Universidad Complutense de Madrid. Realizó sus prácticas de máster en el Palacio Real de Madrid. Es especialista en arte de corte de los siglos XVIII, XIX y XX, y se ha interesado especialmente por los aspectos arquitectónicos, decorativos y funcionales de las residencias reales europeas. Actualmente gestiona y es autor de varias cuentas en las redes sociales dedicadas a la difusión de patrimonio, destacando especialmente su cuenta de Instagram y una cuenta dedicada a los Reales Sitios españoles. Asimismo colabora en varios blogs y es autor de diferentes artículos en la Wikipedia.